jueves, 24 de marzo de 2011


       Hay que desconfiar de la palabra y, especialmente, de ese juego de palabras que es la literatura. Porque la palabra es poderosa. Porque puede trastocar el mundo y de hecho, lo hace sin ningún rubor.
     Imagina un “aquí te pillo, aquí te mato” amoroso, una historia más vulgar que sórdida, una de esas historias que pasan continuamente, que todo el mundo conoce porque lo ha vivido o le han contado. Esa historia, con las palabras adecuadas, será un mágico encuentro, una pasión arrolladora, una tensión sublime o un idílico romance. Será lo que quiera el dueño de los nombres, el alquimista de los adjetivos, el brujo que maneje los sutiles vocablos. Al contrario, si quieres reventar un sueño, es fácil invocar el patetismo que siempre subyace en los besos, la vergüenza de las miradas sin tino, la gran ironía del amor que nos vuelve ridículos, infantiles, despojados y ciegos.
     El escritor sabe que la vida y la literatura son mundos distintos y a menudo, ajenos. El lector a veces lo intuye; otras se tira sin red, se zambulle en el engaño arrojado, tierno. Ignorante, inconscientemente, se deja llenar de brumas y nostalgias, ríe por cosas que, si pensase, le harían llorar y llora por pasajeros caprichos, se enamora, desprecia, siente miedo, angustia, soledad..., decide que su relación es absurda, se reconoce afortunado, piensa en Dios, en la moral, en la rutina de las horas...
       Y, cuando termina de leer, ya no es el que era. Ya nunca será el que era.
Hay que desconfiar de las palabras, especialmente...

domingo, 13 de marzo de 2011

MANIOBRA DE DISTRACCIÓN

Los amantes de Hong Kong /  Hong Kong lovers por Roberto Marquino

    Estaba tan enamorado que cualquier movimiento que ella hacía , le parecía que lo hacía para buscarle. La deseaba tanto, que si coincidían en un café y ella le preguntaba la hora, él inventaba excusas para anular la cita.
De repente, no soportaba el desenfado de su voz, ni esa manía suya de andar acariciándolo todo con tactos leves como vuelos, ni el arpón desaforado de su risa..., todo en ella le disgustaba.
Una noche, después de un par de copas en un local medio vacío, la encontró apoyada en un coche, aislada en otro abrazo, tan ajenos los amantes que ninguno se volvió al ruido de sus botas. Obstinadamente, rehizo la delicada telaraña de sus sueños y decidió que ella quería darle celos.
Al día siguiente, se encontraron de nuevo. Desprevenido, el hombre la miró a los ojos, y en aquella amable lejanía él supo sin excusas quién era el que buscaba.
Y la soledad se le echó encima.

jueves, 3 de marzo de 2011

REUNIÓN DE ACCIONISTAS



- No, estimados socios, no son palabras mayores. Repartir el capital sí sería, en estos momentos, un riesgo impredecible. Sin embargo, optar por una adecuada inversión de beneficios, por una recapitalización, redundaría sin duda en la obtención de jugosos dividendos en un futuro cercano. Por no hablar de la consolidación de la empresa, aunque esto implique exprimir un poco más a nuestros siempre fieles socios capitalistas.
- Vale, tío, que te compramos el bafle, pero las pelas que faltan se las pides tú al pariente- dijo el Jabo mientras le pasaba el canuto al batería.